lunes, 22 de octubre de 2012

El trágico amor entre las señoras y los asientos del bus.

Amor a primera vista fue. Era el asiento perfecto: blando donde los haya; aterciopelado como ninguno y de un color exquisito.  Único, decía ella, pero ¿qué va a decir alguien tuerta por el amor quedándole un ojo para un asiento solo?

Se sentó cómodamente mientras los demás asientos lloraban en silencio el no poder disfrutar del trasero de la "dama" dispuesta a morir por amor. ¡Por amor de un asiento!

Así llegaron a una población extraña donde, aparentemente, las personas solo tienen un objetivo: separar a las señoras de sus amados asientos.

La mujer temía lo peor, por ello fue que se aferró lo mas fuerte que pudo a su sitio y pensó: "Aunque sea lo último que haga, no nos separarán." (A todo esto, el asiento en  silencio; ya se sabe como son, silenciosas criaturas).

Ella observó a cámara lenta como una multitud subía al autobús sin pedad, buscando desesperadamente su lugar, su asiento... Algunos pasaban de largo, otros no llegaban. Tuvo hasta le final esperanzas. Sin embargo, llegó el momento menos deseado. Una chica más joven que ella, de cabellos dorados y finos rasgos pidió, como si de un cambio de parejas en baile se tratase, sentarse en aquel deseado asiento.

Negose la mujer enfurecida, alegando que era suyo, "¿Quién osa separarme de alguien que sabe cómo hacer que me sienta cómoda?". Una pregunta así difícilmente es contestada. Pero la joven muchacha, que inteligente también era, respondió sin tapujos: "El lugar que usted ocupa, no es si no el lugar por mi correspondido".

Nadie a la pobre mujer había comentado si quiera que hay asientos ya asignados, como matrimonio concertado.

Negose una vez más la mujer enfurecida. Se ofreció, la bella joven, a ocupar el asiento de al lado, que (siendo igual) le acompañaba ventanilla. Un "de acuerdo" manchado de ira salió de los arrugados labios de la enamorada.

Sin embargo, lejos de la tranquilidad ansiada por la "dama", llegó un tercer sujeto. Este por su parte solicitaba el recientemente lugar ocupado por la joven. La mujer, viendo que su integridad amorosa volvía a peligrar, sacó su rabia, asustando de esta manera a todos los pasajeros.

La chica nueva no se lo pensó dos veces y dejó a la señora con su fantástica historia de amor.

Que... ¿cómo acabó? Sencillo: todos llegaron al final del trayecto en iguales condiciones y cada uno se despidió para siempre de su asiento asignado... u obligado.


Todos mis respetos a la señora, la cual es inocente,
dejando como únicos  culpables a las compañías de buses.